Emilio Giuseppe "Nino" Farina "El Primer Campeón del Mundo"





Hoy quiero dejaros la historia de uno de aquellos aguerridos pilotos que luchaban en cada curva de los circuitos de Europa donde se jugaban la vida. Hoy hablaremos de Nino Farina que sería primer campeón del mundo de Fórmula Uno, pero que no solo pasaría a la historia por ello sino también porque tenía una técnica de conducción, precursor de la elegante postura de conducción con la espalda comprimiendo el respaldo del asiento y los brazos extendidos, inspirada en su maestro Nuvolari y adoptada más tarde por Stirling Moss y generaciones posteriores. Un corredor duro y decidido, Farina se basó en una combinación de profunda creencia en sí mismo y un gran valor para compensar las habilidades superiores que poseen muchos de sus oponentes con más talento natural. Sin embargo, también condujo temerariamente, siempre compitiendo con esta aparente indiferencia por su seguridad personal. Pero de alguna manera, consiguio sobrevivir a una carrera deportiva sembrada de accidente, pero irónicamente su final estuvo ligado a un accidente de tráfico que le arrebataría para siempre la vida.

Nino Farina


Emilio Giuseppe Farina apodado cariñosamente “Nino”, había nacido en Torino, la ciudad automovilista italiana por excelencia y por lo tanto estaba destinado a participar en el mundo del automóvil, aunque no necesariamente como piloto, como posteriormente seria conocido. Casualidades de la vida el día de nacimiento de Nino, 30 de octubre de 1906, Giovanni Nino padre estableció Stabilimente Farina, un taller de carrocería en Turín. También en este caso, el hermano de Giovanni fundó la empresa de carrocerías Pininfarina, más tarde famoso por el diseño de muchos deportivos italianos más elegante de la historia del automóvil.
Precisamente, la primera vivencia de Nino en una carrera tendría lugar en la Subida Aosta/Gran San Benardo de 1924, en la que oficiaba de copiloto del futuro famoso estilista y diseñador Giovan Battista "Pinin" Farina, que ya había ganado esta prueba en 1921 al volante de un Itala, con el tiempo de 31 mn 36,8.
  
 De familia acomodada, Nino Farina practicaba varios deportes entre ellos el atletismo, la equitación y el ski, mientras se licenciaba y doctoraba en ciencias económicas con lo que se gano el mote de il dottore, debutó como piloto al volante de un Alfa Romeo 1.500 en la Aosta/Gran San Bernardo 1929, pero con tan poca fortuna que se salió de la carretera y se rompió la clavícula, estableciendo una preocupante tendencia a sufrir accidentes  que se prolongó a lo largo de su carrera.

Nino Farina tras la victoria en Silverstone
Si bien su título académico fue fácil su camino de convertirse en campeón del mundo era menos evidente. Comenzó su servicio militar como oficial de caballería, tanto disfrutando de la sensación de manejo de caballos, luego se unió a un regimiento de tanques, en el que se sirven durante la guerra. Mientras tanto, continuó obsesionado por la tentación de aprovechar la potencia mecánica para los propósitos de la competencia.
No obstante, siguió corriendo asiduamente, con Maserati y Alfa Romeo, hasta lograr su primera gran victoria (Masaryk 1934 en categoría voiturette, llevando su Maserati por delante de los Bugatti de Burggaller y Sojka), convirtiéndose en un gentleman driver  semiprofesionalizado, cuyos servicios se cotizaban gracias a su ímpetu y su bravura, cualidades que no perdería a pesar de numerosos accidentes graves: en 1936, Lehoux murió en Deauville a consecuencia de ser alcanzado por Farina. La historia se repitió en Trípoli 1938 con Hartmann. Pero también todo esto sirvió para mostrar su compromiso y su valor para impresionar a Enzo Ferrari, que lo reclutó para la Scuderia Ferrari Alfa Romeo. Allí, Farina se hizo amigo del legendario Tazio Nuvolari, cuyo talento y tenacidad fueron instruccionales y de inspiración. Bajo la tutela de Tazio comenzó a madurar como piloto y en 1938 ganó las carreras suficientes para convertirse en campeón de Italia.
El mismo Farina pasó cinco años en clínicas y hospitales a lo largo de su vida. Pero fue su desmedida ansia de victoria lo que le consagró en la segunda mitad de los años treinta (campeón de Italia en 1937, 1938 y 1939) y le movió a retornar a la competición después de la guerra mundial, ya cuarentón.

Nino Farina en el Gran Premio de Belgica a bordo de un Maserati

Después de la Segunda Guerra Mundial Farina reanudó las carreras y se casó con Elsa Giaretto, una mujer elegante y con estilo que dirigía un emporio de la moda en Turín. En su opinión el automovilismo era una actividad tonta y peligrosa, y ella trató de persuadir a su nuevo marido se detenga. Prueba de este amor por el automóviles es que tres días después de su boda de la alta sociedad que voló a una carrera en Argentina

Salida del Gran Premio de las Naciones de 1946

   Farina corre para Alfa Romeo en 1946, logrando con sus invencibles Alfetta la victoria en el Gran Premio de las Naciones de Ginebra, pero dejará el equipo, descontento con la política de la marca de predeterminar quién debía ser el vencedor. Su orgullo no le consentía sentirse postergado. (En el Gran Premio de Milán, Nino había ganado su manga, pero la carrera tenía que ser  para Trossi. Varzi dejó pasar al conde y Farina se entregó a un duelo sin piedad con Varzi, al que acabó adelantando, para intentar a continuación cazar a Trossi; sin embargo, cuando se quedó sin freno e hizo un trompo, optó por abandonar, despechado, aunque podía haber sido clasificado 3º.)
   1947 será un año en blanco para Farina, llegándose a rumorear su retirada; pero en 1948 reaparecería al volante de un Maserati, con el que logrará victorias en Mar del Plata, Mónaco y Ginebra.

. En 1950 fue nombrado líder de los tres coches de Alfa Romeo del equipo que compitió en la serie de carreras de Grand Prix que se ahora formalmente organizada por la FIA en el primer Campeonato del Mundo de Fórmula Uno.

1950 el primer Gran Premio de Gran Bretaña disputado en Silverstone

Dada la supremacía de su todopoderoso Alfetta Tipo 158 y con tres pilotos que formaban uno de los conjuntos más fuertes de la historia del deporte del motor estaba obligado título mundial para ir a uno de los pilotos del trío Alfa Romeo, conocido colectivamente como "los tres F". De hecho, los compañeros de equipo, Farina (44 años), Juan Manuel Fangio (39) y Luigi Fagioli (52) terminó en ese orden en la clasificación del titulo mundial. Siendo Nino Farina el ganador del primer campeonato de Fórmula Uno, ganando el GP de Gran Bretaña en Silverstone, y triunfó de nuevo en Suiza e Italia. Y mientras que su compañero de equipo, Fangio también ganó tres carreras, para los muy orgullosos Farina su ser coronado campeón del mundo sólo se confirmó oficialmente lo que él consideraba como un hecho. 

Precisamente seria el 30 de julio, en el Gran Premio de las Naciones 1950 disputado Ginebra, Nino llevaba el Alfetta Nº 2. Se clasificó 6º, con 61 vueltas recorridas (la carrera era a 69) por no atropellar a Gigi Villoresi que había sufrido un accidente, que lo había expulsado de su Ferrari y se encontraba tendido sobre el asfalto, eligió estrellarse contra las defensas, pero sin embargo ocasionó esta vez dos muertos,  que se encontraban situados claramente en una zona de riesgo y sin la suficiente protección.

Nino Farina en el Gran Premio de Alemania de 1952


   Y, a pesar de la edad y del cansancio que conlleva la competición automovilística, uno de los deportes más exigentes en los planos físico y psíquico, Farina siguió siendo el piloto competitivo y agresivo de siempre, como demostró en el Grand Prix de Alemania 1953, disputado sobre el difícil NürburgRing, en el que, en un día inspirado, atacó con su Ferrari 500 nº 2 a su compañero de equipo Hawthorn y, tras superarle rodando al límite, remontó sobre el gran Fangio (quien, con su Maserati A6GCM nº 5, lideraba la prueba tras la retirada de Ascari), le adelantó y le aventajó en un minuto en la llegada. Es cierto que la pérdida del escape bajó el rendimiento del Maserati de Fangio, y que Hawthorn se hallaba sin fuerzas, sorprendido y agotado por la dureza de un circuito que no conocía, pero ello no resta mérito al veterano Farina, que lograba así su única victoria de Grand Prix en dos años, la última en fórmula I aunque el Ferrari 500 del que se sirvió era realmente un fórmula II.

Gran Premio de Gran Bretaña de 1951 disputado en Silverstone con su Alfa Romeo 159B

   En 1953, disputando el Grand Prix de la República Argentina sobre el nuevo circuito 17 de Octubre de Buenos Aires, el Ferrari 500 nº 12 del turinés, por evitar arrollar a un muchacho de 12 años que cruzaba el segmento de pista correspondiente a la entrada de la Curva NorEste del autódromo en la vuelta 33ª, derrapó y estrelló contra las balas de paja su Ferrari 500 nº 12, invadiendo la zona de espectadores y ocasionando al menos 15 muertos y 36 heridos, de los que varios morirían posteriormente. También Alan Brown (Cooper T20-Bristol nº 20) se vio involucrado en la matanza. Los datos oficiales no eran fiables, puesto que había una responsabilidad en las autoridades que habían permitido, cediendo a un gesto populista, la invasión del recinto por una masa de aficionados sin entrada, y hay quien sospecha que las víctimas mortales reales fueron bastantes más de las citadas. Según Robert Daley, Alfredo Parga. Isbel Quiroz y otras fuentes, la cifra total de muertos se puede aproximar a 30, y la de heridos, superar los 40.

   Farina ganó también en Rouen, en los 1.000 Kilómetros de NürburgRing y en las 24 Horas de Francorchamps (con Hawthorn, superando al Jaguar de Douglas/Gail). En 1954 venció en los Mil Kilómetros de la Ciudad de Buenos Aires, el Gran Premio de Agadir, las 12 Horas de Casablanca y el Gran Premio de Siracusa, pero también aumentó el score  de sus siniestros con dos duros accidentes en las Mil Millas y en los 1.000 Kilómetros de Monza. En este último quedó gravemente quemado y perdió el resto de la temporada.
   
Nino Farina en Rouen con su Ferrari 500 de 1952

 No es extraño que, tras veinticinco años de circuitos y hospitales (y aún convaleciente de dolorosas secuelas que le obligaban a drogarse), se retirara en 1955, no sin antes quedar 2º, con un calor de infierno dentro de la carlinga de su Ferrari 625/553 nº 10, en el Grand Prix de Argentina de esta su última temporada, en la que los Mercedes-Benz de fórmula l se mostrarían invencibles. Los dos siguientes años intentó participar en Indianápolis, sin duda para completar un ya macizo palmarés. Pero, como Lautenschlager, Borzacchini, Nuvolari, LeBègue, Caracciola, Varzi, Chiron, Villoresi, Schell, Ascari, Fangio, P. Rodríguez, Rindt, Piquet y otros enormes pilotos, no tuvo éxito allí.
Por último, el dolor superó el orgullo, y se retiró de la competición en 1955 y se convirtió en un exitoso distribuidor de Alfa Romeo. Farina interés en la Fórmula Uno continúa, al igual que su confianza en su capacidad de conducción


   Supo sobrevivir dos lustros sin carreras pero se mató el jueves 30 de Junio de 1966 al accidentarse en la carretera de los Alpes saboyanos que enlaza Chambéry con Ginebra, al volante de un Ford Cortina Lotus que, sin duda, conducia con el mismo ímpetu que los Alfetta, y con el que topó contra un poste de telégrafoFarina, que no utilizaba cinturón de seguridad, salió despedido y se fracturó el cráneo. Hacía sólo un mes que le había sido devuelto el permiso de conducir, del que fue despojado cuando la autoridad determinó su culpa en otro accidente de carretera en el que murió su acompañante, Giovanni Montagni. Aquel 30 de Junio viajaba de Italia al circuito de Reims-Gueux para asistir al Grand Prix de Europa (LII Grand Prix del A. C. de F.), que ganaría Jack Brabham con el Brabham-Repco V8 de motor central, a más de 220 Km/h de velocidad media. Era ya otra época.

   El mismo año que Nino moriría su iniciador en las carreras, su tío Pininfarina. Del dottore  Nino Farina había dicho Enzo Ferrari que “(...) tenía un increíble coraje (...)”, pero temía por él, sobre todo en las salidas y cerca del final de la prueba, porque “(...) era capaz de las locuras más inesperadas.”  También Fangio confesaba a Roebuck que Farina era un loco: “En la pista, todavía, pero en la carretera... ¡ay, ay, ay! Me espantaba tener que ir en su coche a los circuitos. ¡Y con Felice Bonetto pasaba lo mismo!"

Enzo Ferrari junto a  Pininfarina
Bien educado, encantador y amable en la mayoría de ocasiones, también podía ser arrogante y distante. Se le acusó de ser sentimental y un snob que despreciaba a los miembros de su profesión que no tienen el pedigrí social que el. Esto debería haberlo enfrentado con Fangio, que provenía de un ambiente más humilde de Argentina. Sin embargo, cuando Fangio casi murió en el Gran Premio de Italia de 1952, la primera persona en visitar a su lado de la cama del hospital fue el ganador de la carrera Farina, quien presentó a modo de regalo a  su compañero caído en la corona de la victoria.


Gran Premio de Monte Carlo en 1955 con su Ferrari 625


Su apodo de "El Señor de Turín” era una referencia a los conocimientos previos privilegiada Farina y la dignidad natural con la que él mismo realizó, incluso en el asiento del conductor. Sentarse erguido y bien atrás en la cabina del piloto, Farina agarró el volante con los brazos totalmente extendidos y guió a su coche con calma, evitando movimientos bruscos y dosificando hábilmente el acelerador. 
Fangio señaló que ""Todos los pilotos decían que sólo la Virgen Santísima era capaz de mantenerlo en pista, del modo alocado con que manejaba, y que la Virgen un día se iba a cansar de andar detrás de él y no lo íbamos a ver más entre nosotros. Sin embargo, fue Campeón del Mundo, vivió hasta bastante mayor y se mató en un accidente en la ruta." " Incluso Enzo Ferrari temía por Farina futuro: "Un hombre de acero, dentro y por fuera, pero nunca pude dejar de sentir aprensión acerca de él era como un pura sangre colgados de alto, capaz de cometer el más sorprendente locuras. Como consecuencia de ello era un habitual de las salas de hospital.

Nino Farina posando tras una victotia


Puede tratarse de un caso emblemático de la doble personalidad que afecta a algunos pilotos: al volante era un luchador agresivo hasta el límite, incluso brutal, pero Richard von Frankenberg fue testigo de su otra faceta. En el Gran Premio de Alemania 1951, Paul Pietsch, quien, queriendo aprovechar la oportunidad de llevar por primera vez un Alfa Romeo 158 oficial, sobrepasó sus límites, se había salido en la curva a izquierdas que sigue a la recta de salida y meta. La muchedumbre de las tribunas se puso en pie. Milagrosamente, ni Pietsch ni el Alfa Romeo sufrieron graves daños, pero desde el nivel de los stands, donde se hallaba su mujer, sólo se podía intuir el grave accidente. Entonces, Farina, que había averiado y se encontraba en el lugar, se acercó a tranquilizar a madame  Pietsch. “No he visto jamás a un hombre que, en semejante situación crítica, consiguiera hablar con tanta dulzura, tanta persuasión y delicadeza de sentimientos como Farina.”, relata VonFrankenberg. “Al lado de la señora Pietsch, sereno y suave, il dottore in legge supo convencerla de que nada grave podía haber pasado. ¿No había nacido su marido bajo el signo de una buena estrella? –mientras que en su fuero interno debía estar contabilizando las escasas posibilidades de salir indemne de semejante salto al vacío.



Un cordial saludo.
 -ID2007 

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